Como en tantos otros temas, todos están de acuerdo en la enfermedad, pero no en los remedios: para caminar hacia una sociedad ecológica es necesario cambiar los hábitos y las dinámicas urbanas. La respuesta está en convertir los núcleos urbanos en una nueva síntesis entre urbe y naturaleza. Para los interesados en desarrollar una alternativa ecológica, el concepto de ecociudad intenta analizar el fenómeno urbano en un sentido integral, vital y saludable, donde la arquitectura, el transporte, el uso del suelo, la recuperación de los espacios degradados, las decisiones comunitarias, así como las costumbres sociales, la educación y la cultura están íntegramente relacionadas entre sí.
Desde el punto de vista ecológico, la cuestión esencial es pues "cómo sostener los sistemas urbanos de manera que, sin dejar de ser un hábitat adecuado para el hombre, tenga la capacidad de preservar el medio ambiente". En todas partes se puede mejorar la vida de las ciudades para que sean menos impactantes e inhóspitas y más habitables. Esta es una responsabilidad común y en la que todos podemos colaborar. Es fundamental mejorar el conocimiento y compresión del sistema urbano, como herramienta básica para definir las estrategias que contribuyen a hacer más habitables las ciudades.
Debe existir una disponibilidad de servicios en infraestructuras educativas y acceso a los mismos. La Educación y formación a todos los niveles (particularmente la alfabetización), formal e informal es la piedra angular de todo proceso de cambio. A partir de aquí sería necesaria la creación de nuevas fuentes de empleo para remediar las fuertes tasas de paro, que afectan en especial a los sectores más desfavorecidos.
En paralelo a la progresiva toma de conciencia de la necesidad de la Educación Ambiental, se han venido desarrollando propuestas de actividades desde numerosos organismos públicos y privados (no hay que olvidar la labor de la ONGs con las actividades dentro de cada país, que pueden implicar un proceso de bifurcación hacia instituciones regionales e internacionales), que ayuden a la población a ir adoptando actitudes con el uso equilibrado de los recursos.
En la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992 se aprobó un tratado alternativo sobre Urbanización. Los propios gobiernos se comprometieron a llevar un cabo planes concretos para reducir el impacto ambiental de las ciudades. En la Agenda 21 puede leerse un compromiso para realizar planes concretos, con el fin de convertir las ciudades en un espacio sostenible. Seguramente, estos compromisos, como tantos otros, quedarán prisioneros incumplidos en manos de la inercia. La propia Unión Europea publicó en 1990 un libro verde sobre el medio ambiente urbano.
Debería haber una promoción pública de la vivienda, con un importante papel reservado al alquiler, ya que la compra de una vivienda, aún en las mejores condiciones significa hipotecar una buena parte de la vida. Habría que utilizar tecnologías de construcción que no impliquen un gran consumo energético. La adquisición de suelo por parte de los municipios, con el objetivo de contrarrestar los efectos negativos derivados de los movimientos especulativos en épocas de escasez de oferta. Debemos dejar de considerar la vivienda como un objeto de inversión, y empezar a sentirla como una necesidad.
En la construcción de nuevos edificios se deberían utilizar técnicas de arquitectura bioclimática, incrementando así su eficiencia energética (uso de energías renovables, aislamiento térmico, etc). Se puede instalar redes de iluminación pública de bajo consumo y utilizar materiales alternativos y reciclados en la construcción, así como fomentar la reutilización de aguas grises. Se deben potenciar los edificios con usos múltiples, donde se puedan combinar los espacios de vivienda con los de comercio, de relación o de producción.
En España, algunas ciudades han sido sometidas a un chequeo, una auditoría, que pretende proporcionar la información necesaria para que disminuya sus desequilibrios y afronte los problemas derivados del suministro de recursos (aguas, alimentos, energía), la ocupación del territorio, los residenciales, el transporte y los residuos que generan sus habitantes y actividades económicas.
El programa MAB de la UNESCO ha promovido la investigación sobre nuevos enfoques metodológicos para los estudios ecológicos de las ciudades, inspirados en una voluntad de dar mejores respuestas a los graves problemas de la planificación y gestión urbanas. Esto significa menos retórica y abstracción teórica y, por supuesto, más práctica y experimentación. Se persigue lograr ciudades más equitativas, humanas y autosuficientes que se reconcilien con la naturaleza y sean a la vez menos consumidoras de recursos naturales, más eficientes y más conservativas. Por ello, para un problema de magnitud global, la búsqueda de soluciones comienza localmente pero dentro del marco de una concertación internacional.
Esto no tendría sentido sin una profunda conciencia ecológica de los habitantes de las Ecociudades y de las políticas de cada uno de los países o municipios. El ecoconsumo y todo lo que ello comporta debe considerarse como una alternativa clara a nuestro modelo de sociedad.
Existe una aportación interesante que es la del programa de "Ciudades Saludables", promovido por la secciones europeas de salud ambiental y promoción de la salud de la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.), en el que se señala la conducta de los ciudadanos como una de las causas de los problemas ambientales, de calidad de vida y de salud.
En la actualidad las zonas verdes urbanas juegan un importante papel en la calidad ambiental de las ciudades. Los jardines y las alineaciones de árboles ayudan a la termorregulación del clima urbano, disminuyen la fuerza del viento, amortiguan ruidos, retienen grandes cantidades de polvo en suspensión, incluso tienen un efectivo poder bactericida. Estos efectos inciden directamente en el nivel de confort de la ciudad y en consecuencia en la salud no sólo física sino también psíquica del hombre.
Los grupos ecologistas, poco afines a las grandes industrias automovilísticas, apuestan por una reducción de las necesidades de transporte motorizado mediante un modelo de ciudad más equilibrado. Esa apuesta debe completarse con una política pública que estimule el transporte colectivo, y, en particular,, aquél que menos contamine y más respetuoso se muestre con el medio. También sería interesante que se estimulase los viajes no motorizados: peatonales y en bicicleta, para lo que deberían incrementarse las aceras, crearse bulevares y áreas ambientales y carriles bici. Hay que arrebatarle al automóvil su posesión de la ciudad y devolvérsela al peatón. Con estas fórmulas se reducirá sensiblemente el consumo energético y se mejorarían las condiciones de vida, como consecuencia de los niveles de contaminación y la recuperación del espacio urbano.
Tomado de "Manual de Ecología Urbana" en http://www.ecourban.org/
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